Algunas veces me visita la nostalgia, y sobre todo en estos días otoñales, no puedo dejar de sentir que la vida pasa demasiado de prisa. Cuando llegan esos días nostálgicos no me gusta ni ver fotografías antiguas de cuando era joven y tenía a mis seres queridos cerca de mí. Unos se han ido para siempre, otros se hicieron mayores y tienen su vida. No es tristeza, porque creo que la vida es así, tenemos que aceptarlo y vivir el presente, pero a la vez en esos días nostálgicos pienso en lo rápido que pasó todo, como es posible que mis niños ya sean tan adultos si casi puedo palpar cuando eran bebés.
No quiero llegar a pensar en algo que «se fue y no volverá», lo mejor es pensar en positivo, es decir «en la alegría con que viví aquellos años, que fueron maravillosos y muy felices». De ahí tomo fuerza para el presente y estoy preparada para los nuevos momentos felices. «No le doy vueltas al pasado, no lo puedo cambiar. Que no me agobie el futuro, no sé si llegará. Disfruto del presente, no lo quiero dejar escapar, porque cuando se vaya, jamás volverá».
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